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El pasado día 18 de marzo se
publicaba en este periódico el artículo titulado ¿Qué lengua
aragonesa?, que firmaban Ánchel Conte y otros representantes de la
Sociedad de Lingüística Aragonesa, fundada hace un año. En él, se
exponía una visión muy negativa del aragonés estándar, que, en efecto,
se ha desarrollado desde la iniciativa de instituciones como el Consello
d’a Fabla Aragonesa y otros colectivos en las tres últimas décadas. No
entraremos a discutir los argumentos y ejemplos que se aportaban: no es mi
intención convertir los medios de comunicación en foros para la
controversia. Pero sí me parece necesario responder a su artículo desde
mi condición de hablante de benasqués (mi primera lengua) y de
presidente de la recién creada Comisión organizadora del Segundo de la
Lengua Aragonesa.
Es evidente que las fragmentadas hablas aragonesas (cheso, chistabín,
benasqués...) se encuentran hoy en situación límite. Ha sido milagroso
que se hayan conservado algunas y sean todavía el habla común de pequeños
pueblos del Pirineo. Pero ese milagro se debe a su aislamiento, no lo
olvidemos. Y hoy ese aislamiento toca a su fin. La llegada del turismo a
esas pequeñas poblaciones obliga a sus habitantes a usar el castellano
cada vez más, y el aragonés va perdiendo la calle (o la ha perdido) y se
tiene que refugiar en las casas, donde quedará también arrinconado en
cuanto se incorpore definitivamente a ellas algún miembro de habla
castellana.
Es cierto, por otra parte, que ese aragonés estándar que oímos hace años
(conocido popularmente como fabla) nos ha resultado extraño a los
hablantes “nativos” y que lo hemos mirado “por encima del hombro”.
Y es posible, además, que esté repleto de errores y de usos
extravagantes. Pero es también cierto que hoy lo usa un número
importante de hablantes (ojalá tuvieran ese número algunas de las
variantes del aragonés). Como también es cierto que su uso lo ha hecho
cada vez más aceptable e, incluso, asimilable a las variantes del aragonés
central. Y es cierto, por último, que sin el empeño de estas personas y
asociaciones no habría en la sociedad aragonesa conciencia de que existe
el aragonés, ni siquiera alguna de sus variantes.
Quienes auspiciamos el Segundo Congreso del aragonés queremos dirigirnos
a la sociedad aragonesa para buscar su apoyo. Creemos que se debe hacer un
esfuerzo generoso por preservar el aragonés de su desaparición. Y
pedimos ese esfuerzo a todos: particulares, instituciones privadas y públicas,
ayuntamientos, partidos, cuyo apoyo es esencial, y, cómo no, a la
Universidad de Zaragoza y al Gobierno de Aragón, a quienes apoyaremos si
deciden liderar esta iniciativa. Pero en ese todos están también, y muy
especialmente, quienes hablan ese aragonés común o estándar tan
denostado en ese artículo, pues sin su empuje no habría ni debate ni
propuesta.
Pero no pretendemos imponer nada. Sólo hacemos una propuesta para que nos
reunamos en ese esfuerzo común que hemos llamado Segundo Congreso de
l'aragonés. De él deberá surgir, en nuestra opinión, una autoridad
lingüística, una Academia, que integren los mejores especialistas en el
aragonés. En ella se debatirá sobre las modalidades territoriales (nadie
duda, por ejemplo, de la necesidad de un tratamiento especial para el
benasqués dentro del aragonés). En ella se revisará la ortografía y se
cambiará si parece necesario. Se discutirá sobre ese “desastroso”
estándar y sobre si debe asimilarse cada vez más al cheso, o no.
Pero en estos pasos iniciales y en los siguientes, debemos ir juntos: sólo
la generosa unidad de todos podrá tal vez impedir la muerte cercana del
aragonés. Nosotros también deseamos “una razonable política de
planificación lingüística”, pero no "esperaremos sentados"
a que alguien bondadoso y sapientísimo nos la dé hecha, porque esa
espera será en vano. En esa convicción, convocamos a todos, con humildad
y porque alguien tiene que hacerlo, y sobre todo quienes han demostrado de
sobra sus conocimientos lingüísticos, como J. A. Saura, presidente de la
Sociedad de Lingüística Aragonesa, porque ellos pueden y deben aportar
luz a la difícil situación del aragonés.
Que se hayan cometido errores no es suficiente razón para dejar el aragonés
a su suerte.
Manuel Castán, filólogo, es presidente del comité organizador del II
Congreso de la Lengua Aragonesa. www.laragones.com
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